La tierra de Calíope

Son muchas, efectivamente, las voces poéticas femeninas que han cultivado sus versos en nuestro estrecho territorio y que, a golpe de metáforas y de sinestesias, les han cantado a todos y cada uno de los temas universales y también, como no, nos han hablado de asuntos locales y comarcales y, claro está, de sus propias cuitas particulares, de sus fracasos y de sus éxitos, de sus filias y de sus fobias, de sus dudas y de sus certezas, en definitiva, de su universo personal e intransferible.
Cada una con su voz propia, con su marcado acento y su tono personalísimo. Las ha habido melifluas y sensuales, otras más ácidas y agudas, otras, en cambio, inquietantes y crípticas, algunas irónicas y sarcásticas, otras directas e hirientes y también las hay y las ha habido descaradas y experimentales, innovadoras e iconoclastas, frente a otras más clásicas y tradicionales.
Algunas han dibujado con palabras los paisajes y personajes de nuestro entorno, otras han denunciado los males y lacras de nuestra sociedad, algunas de ellas han hecho prospecciones en su propia mente, algunas han recreado su infancia y sus vivencias y otras se han creado mundos alternativos y paralelos, construyendo universos distópicos. Pero todas y cada una de ellas han permanecido fieles a sus respectivas idiosincrasias.
El Campo de Gibraltar, este territorio que tanto marca y determina, las ha visto nacer, crecer, desarrollarse, multiplicarse o fenecer en sus dominios y esa es la huella de identidad que las hermana.